Tiburones, rayas y quimeras

Los tiburones han existido por mucho tiempo, los primeros que se conocen evolucionaron hace unos 400 millones de años, más de 200 millones de años antes que los dinosaurios.

Más de 2,000 especies han sido identificadas a partir de los archivos fósiles, comparadas con las 970 que sabemos que existen hoy en día.

Los tiburones más antiguos que se conocen eran muy diferentes en apariencia a sus contrapartes modernas.

Muchos de ellos tenían hocicos redondeados en vez de los puntiagudos con los que asociamos a los tiburones de la actualidad; tenían cerebros más pequeños y sus dientes eran suaves, en vez de afilados o serrados como los que típicamente observamos hoy en día en los tiburones modernos.

Sus aletas eran menos flexibles y maniobrables y, posiblemente, los tiburones de la antigüedad eran menos ágiles que sus primos modernos. Sin embargo sí comparten algunas características con los tiburones actuales, como el esqueleto cartilaginoso, múltiples hendiduras branquiales y dientes reemplazables.

Los tiburones son los únicos peces que no tienen depredadores en el mar, esto los hace los reyes de los mares. Una serie de adaptaciones evolutivas los hacen las más eficaces máquinas de matar, ya que poseen varias hileras de dientes afilados, sistemas sensoriales especializados, agudos sentidos del olfato y oído; poseen la capacidad de viajar grandes distancias y detectan presas aún cuando éstas poseen camuflajes.

Los tiburones son longevos –pueden llegar a vivir más de 50 años – poseen un esqueleto cartilaginoso, flexible, que les permite movimientos de gran velocidad y reacción casi instantánea; sin embargo, debido a la presencia de su esqueleto cartilaginoso no se tiene registro fósil amplio de este grupo de peces y por tanto es difícil trazar una línea evolutiva.

Los tiburones son de diversos tamaños, comportamientos, y hábitats; algunos de ellos poseen formas similares a los submarinos y torpedos, mientras que otros son de cuerpo compacto en forma de huso. Poseen pequeñas escamas de tipo placoideo y su dentadura varía en forma y tamaño, lo que sirve para identificar familias y especies distintas.

La dentadura de los tiburones se conforma de dientes puntiagudos y muy filosos, arreglados en hileras; donde cada diente perdido es sustituido por otro en periodos de una a dos semanas e incluso pueden mudar dientes en hileras completas en periodos de uno a dos meses, dependiendo de la especie.

Las mandíbulas también son de cartílago, lo que les permite una mayor apertura para atrapar a las presas, mientras que la lengua se contrae para formar un vacío que succione a la presa, lo que permite mantenerla en posición para el ataque.

Los orificios nasales son estructuras muy sensibles encargadas de la detección de olores, de hecho, dos terceras partes del cerebro de los tiburones se especializa en la interpretación de los olores detectados.

Poseen de 5 a 7 aberturas branquiales de cada lado; el agua entra por la boca y sale por las aberturas, de modo que el intercambio gaseoso se lleva a cabo dentro de las branquias, en los filamentos branquiales.

Los peces poseen vejigas gaseosas que les ayudan a flotar en la columna de agua; mientras que los tiburones poseen un hígado muy graso que cumple la misma función.

Su reproducción es sexual, la fecundación es interna y tienen conductas de apareamiento complejas que incluyen cambios de coloración de la piel antes de la cópula.

La madurez sexual es alcanzada alrededor de los 20 años, aunque suele ser más temprano. Existe dimorfismo en las estructuras sexuales: los machos presentan estructuras reproductivas llamadas gonopterigios o claspers, los cuales son modificaciones de las aletas pélvicas y sirven para la transferencia del esperma a la hembra.

Los tiburones presentan tres tipos de desarrollo:

Ovíparo:
la incuba los huevos fuera del útero, los cuales suelen ser resistentes a los depredadores.
Vivíparo:
la hembra alimenta a sus crías por medio de la placenta y las da a luz, asegurando la mayor supervivencia.
Ovovivíparo:
donde los huevos fertilizados se incuban dentro de la hembra hasta que eclosionan; de modo que no son alimentados por la madre, sino que se valen de los huevos que no han eclosionado y de los que no fueron fertilizados para obtener su alimento.